martes, 4 de junio de 2013

ÉTICA JUDICIAL: UN RETO PRÁCTICO




David CONTRERAS

Es difícil hablar de ética judicial cuando no se es experto en la materia o no se tiene la calidad moral para hacerlo. Quizá no debería intentarlo, pero creo que en este momento cualquier opinión ciudadana es importante, ya que permite analizar la perspectiva social. Algo que hace mucha falta para mejorar.

Hablaré entonces sobre la ética judicial, de sus principios y virtudes a partir del Código de Ética del Poder Judicial de la Federación. Advierto que, desde mi óptica, existe una relación de interdependencia entre ellos y, por tanto, su análisis debe ser genérico y armónico, aunque en este artículo solamente tenga que hacerlo de manera breve y aproximativa.

En la ética judicial nos dice el Ministro Mariano Azuela: “no se trata de saber más, sino de ser más”.
Es decir, no importa tener más conocimientos, dinero o bienes –por poner ejemplos- sino de ser mejor persona.

Para muchos hablar de ética suena algo aburrido. Nadie puede negarlo. Para una pequeña minoría cada vez más resistente significa: esperanza.
Habrá gente que inmediatamente diga: “la ética no sirve de nada, nadie la cumple”. Pero si en verdad la ética no sirve de nada ¿Por qué sabemos elegir entre lo que es bueno o malo? O más difícil ¿Entre lo que es justo o injusto?

Esa tarea tan difícil debe ser ponderada por los jueces. Al final, un juez humano al igual que todos –aunque en ocasiones se nos olvide, sobre todo, a la mediocridad mediática-. Un ser humano como nosotros que tiene un gran compromiso social, al cual, le exigimos eso que todos anhelan y que al final solo uno llega a obtenerla: justicia.

 Tal vez no sea la que queramos, pero nos hemos conformado con ella, hemos aceptado que solamente sea el “darle a cada quien lo que le corresponde”.

Pero ¿Qué le corresponde a cada quién y, en su caso, por qué le corresponde eso? Esta concepción de justicia que parece eterna dificulta su aplicación práctica. Si queremos que las cosas cambien, debemos cambiar nosotros. Empezando por nuestras ideas, como por ejemplo, entendiendo a la justicia como el espíritu del ser humano por alcanzar la verdad, la paz, la tranquilidad y el progreso social.

En fin, ese es el resultado de los jueces. Para obtenerla no es nada sencillo, implica esfuerzo y dedicación. Y lo más importante: amor. Amor por la justicia, porque sin ella, sería imposible ser independiente, imparcial, objetivo, profesional y excelente. Principios rectores sin los cuales, no existiría humanismo, respeto, humildad, tolerancia, perseverancia, sencillez, etcétera.

Quizá, lo que haga falta no sea analizar de manera teórica la ética judicial como siempre lo hacemos, sino, más bien, llevarla a la práctica día a día para convertirnos en mejores seres humanos. Eso es lo más conveniente para el fortalecimiento de nuestra democracia y nuestra convivencia social pacífica. Es tarea de todos, sí podemos. Hay que salir de aquí y no hablar, hay que demostrar, es un reto.

 *Licenciado en Derecho por la Universidad Mundial. Servidor Público del Poder Judicial de la Federación.

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